Malvinas: Una Historia Singular

La historia del combatiente que perdió un puñal
en Malvinas y “lo encontró” 27 años después.





La Guerra de las Islas Malvinas tiene aún cientos de historias,anécdotas y momentos tristes y otros no tanto, para recordar y contar.Tal es el caso, de lo que le sucedió al ex combatiente GuillermoEnrique Corbella, quien hoy desempeña sus labores en el ConcejoDeliberante de nuestra ciudad y que 27 años más tarde de vivir aquellabatalla cruel y desigual, tuvo una grata sorpresa, aunque aún confuturo incierto que decidió contársela a El Cordillerano.

Corbella tiene en su mente cada momento de su infeliz estadía enlas Islas Malvinas por 74 días. Pero lo que lo convierte en noticia, esuno de sus últimos días en aquellas conflictivas tierras, que siempreseguirá sintiendo como propias. Puntualmente, se retrotrae al momentode la rendición llevada a cabo el 14 de junio de 1982, cuando él en surango de subteniente (con 46 soldados a su cargo), formó la fila juntoa sus compañeros de guerra y los ingleses procedieron a desarmarlos,con la excepción de no desproveerlos a cada uno de su pistola y susable bayoneta.

   
Corbella no poseía un sable, pero sí un pequeño puñal que habíaobtenido en enero de 1981 cuando realizó el curso de paracaidista en elColegio Militar de la Nación y le fue entregado en la ceremonia antesde dar el primer salto al aire.

En el momento de la entrega de armas, aparece a sus espaldas unsoldado inglés que visualiza la punta del cuchillo por debajo de lacampera y le corta los cordines que lo sostenían a su cintura. “Quelindo, me lo llevo”, le dijo el soldado europeo en su idioma.

De ahí en más Corbella dio por perdido su tan preciado obsequio.


Cadena de favores

Sin embargo, hace 15 días recibió un llamado de otro veterano deguerra, quien le comentó que el escritor argentino Abel Doménechnecesitaba contactarse con él.

Doménech es el autor de un libro denominado “El cuchillo táctico”que data de 1996, texto que leyó un comisario en Córdoba y le pareciócuriosa la inscripción que llevaba la guarda de uno de los puñalespublicados por Doménech de marca Erizo.

La leyenda del cuchillo dice "El CMN al Cad GE Corbella" y susignificado es el siguiente: "El Colegio Militar de la Nación al CadeteGuillermo Enrique Corbella", inscripción que llevaba desde que le fueraotorgado al protagonista de esta historia.

El comisario, Mario Nieto, se contactó con el Departamento deVeteranos de Guerra, consiguió todos los datos viejos y actuales deCorbella y se los pasó a Doménech.

El escritor llamó a la casa del hoy ciudadano barilochense y ledijo la cadena de circunstancias que lo motivaron a llamarlo porteléfono.

Doménech le comentó a Guillermo que la imagen que publicó en sulibro, la tomó de otro texto de un colega inglés denominado Ron Flook,le llamó la atención y por eso decidió incluirlo. “Yo ya formo parte deesta historia, por lo que me gustaría recuperar tu puñal y entregárteloen Las Malvinas”, le dijo el literato, quien de inmediato se puso encontacto con Flook vía correo electrónico y éste le respondió que elcuchillo era de un amigo, pero que ese supuesto amigo no estabadispuesto a venderlo.

“¿Venderlo?, me lo tiene que devolver, pensé yo”, cuenta GuillermoCorbella. Doménech le ofreció a su par inglés otro cuchillo de sucolección, uno marca Randall, o cualquier elemento de su frondosacolección.

Flook ratificó sus intenciones de no venderlo. En realidad, sonlas supuestas intenciones de su amigo. Sí contó que ese amigo lo habíaobtenido en una subasta, luego de que lo utilizara un oficial de lamarina inglesa. Pero de devolverlo, ni noticias.

“No sé si voy a poder volver a tener mi puñal, pero lo que sí escierto que esto me incentivó a seguir investigando y para ponerme encontacto con gente que vivió las cosas que yo viví”, cuenta Corbella,tras haber hallado a la distancia aquel viejo cuchillo que obtuvo en1981 y que “perdió” un año después.

“Me encantaría poder hablar con el oficial que me lo sacó, pero nopara confrontar sino para intercambiar experiencias, charlar de laguerra y de cómo él la vivió. Aunque desde ya que recuperar el puñalcoronaría esta historia que aún a mi me sorprende. Es muy reciente loque pasó y sucedió en muy pocos días”, sostiene Guillermo, con lailusión de algún día volar hasta Gran Bretaña y por qué no, por lomenos, volver a ver su tan preciado cuchillo.

Un ejemplo de “esfuerzo y abnegación”

Guillermo Corbella egresó del Colegio Militar Nacional con laPromoción 112, con el orden de mérito 152. Ingresó el 15 de febrero de1978 y egresó el 28 de noviembre de 1981. Es del Arma de Infantería ynació en Entre Ríos el 9 de diciembre de 1959. Fue subteniente y enMalvinas estuvo en el Regimiento de Infantería 6 "General Viamonte".

Corbella estuvo al mando de la Compañía "B", nombrada "Peribebuy"en honor a las tropas argentinas que combatieron contra tropasparaguayas, había estado desplegada en el Monte Tumbledown, en apoyo alBatallón de Infantería de Marina 5 (BIM 5). Ese Regimiento habíadesplegado sus compañías en la zona de Puerto Argentino.

Corbella egresó como subteniente de infantería el 28 de noviembrede 1981, es decir que para la época de la guerra, era un jovensubteniente de tan sólo veintidós años. Hizo el curso de paracaidistasiendo todavía cadete. Esto explica por qué el CMN le entregó uncuchillo, precisamente de paracaidista.

Corbella fue condecorado con la medalla "Al esfuerzo y laabnegación",y entre los considerandos del otorgamiento de la medalla,se menciona: "Lograr con su decidida acción de mando mantenerse en laposición pese al intenso fuego enemigo, lo que impidió que estedesbordara por el flanco a los efectivos del RI 4 que ocupaban laCresta militar".


Muy cerca de la muerte

Corbella vivió la guerra muy de cerca. La Compañía que integróestaba en uno de los dos frentes de ataque de la Armada inglesa. “Losataques eran de noche y éramos entre 800 y 1000 argentinos contra másde 3000 soldado ingleses”, relata.

Guillermo vio como 12 soldados de su regimiento dejaron la vida enaquellas lejanas y frías islas. “Además hubo muchísimos heridos,muchísimos”, recuerda. “Estoy vivo porque tuve un grupo de soldadosbrillante y porque uno en la guerra o en situaciones extremas como lasque vivimos hace cosas por instinto, costumbre o necesidad”, señala.

Cuenta que de tanto escucharlos venir, junto a sus compañeros yasabían donde caerían los misiles. “Por el silbidos decíamos ese caeallá, ese va sobre el regimiento o cual, ese va más adelante y derepente dijimos, corramos que ese cae acá” y pudieron protegerse de unbombardeo y sus “astillas” por saltar a tiempo.

A Corbella le tocó replegarse varias veces hasta terminar enPuerto Argentino y vivió muy de cera la muerte. “Hoy estoy acá porqueuna mano me sacó vivo de ahí y me dijo que ese no era mi momento demorir”, expresó tristemente.


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