Fotografía - Luz, siempre luz...

Fotografía - Luz, siempre luz...


Quien haya visita alguno de mis post, sabe o intuye en mi un amante de la fotografía como expresión de arte, es esa faceta la que quiere compartir con ustedes una serie de artículos que vengo posteando sobre Fotografía digital y Técnicas fotográficas...

En esta ocasión en particular quiero mostrar un material editado por el fotógrafo Becquer Casaballe en la prestigiosa revista Fotomundo sobre la luz desde el punto de vista artístico...

Desde ya pido disculpas porque decidí hacerlo en un único post un poco más largo en lugar de las tres partes del original para darle otra continuidad...

Espero que les resulte interesante...

Por A. Becquer Casaballe

Luz, siempre luz... (Parte 1)

La luz es lo que le otorga carácter a la fotografía, al tiempo que le da razón de ser.

Puede engrandecer una situación vulgar o cotidiana al proporcionarle un fuerte contenido estético e, incluso, psicológico, en aquello que denominamos “clima”, o estropearlo todo por su extrema dureza, suavidad o, simplemente, por provenir de lado equivocado.

Luces y sombras, tonalidades, color, remiten a la fotografía como medio de representación y de creación, que va desde la abstracción pura hasta la objetividad de las fotos científicas.

Por ello el fotógrafo, además de conocer las propiedades físicas que se refieren a su composición (o balance) que se expresa en la temperatura color, intensidad, concentración o difusión, debe comprender su calidad en términos generales que, de alguna manera, es la suma de todos los elementos antes mencionados.



Todos los grandes fotógrafos, desde los paisajistas y retratistas hasta los fotoperiodistas que han hecho historia, saben que la luz es el componente esencial de sus fotografías, no sólo por el hecho de que sin luz no existe la posibilidad de impresionar el material sensible, así se trate de una película o de un captor, sino porque constituye el elemento que le da una dimensión estética al tema. Hay quienes se expresan con fuertes contrastes como se aprecia en la obra de Mario Giacomelli, Ralph Gibson o Robert Frank, o en matices con una transición de gran suavidad como vemos en Mario Cravo Neto, Man Ray o Imogen Cunningham.

W. Eugene Smith, uno de los fotoperiodistas más creativos de la historia y de un gran compromiso humanista, no eludía los temas técnicos y de realización que hacen a la fotografía —como si sucede, en cambio, con muchos aprendices de artistas—, ya que le gustaba explicar su manera de trabajar.

De la luz solar directa dijo: “el sol es con frecuencia enemigo de la deseada composición y contenido fotográfico; el sol es un destructor de zonas de sombras ... La belleza, la fealdad, los perfiles del paisaje e incluso la misma obra del hombre resultan, en mi opinión, enriquecidas en sus valores pictóricos por la luz mortecina del crepúsculo o por la débil iluminación del amanecer. Esta ha sido mi experiencia personal; al viajar a esas horas se aprecia un lujo de formas que danzan en la superficie del paisaje, dándole vida en un juego rítmico, aún a las ramas más sombreadas”.


 
Lo que dice Smith en cine se denomina “la hora mágica”. Es el momento en que el sol comienza a desaparecer detrás del horizonte y el cielo actúa como una gigantesca pantalla reflectora durante unos minutos, dando la oportunidad de realizar imágenes muy expresivas.

El director de cine alemán Werner Herzog, en muchas de sus películas (“Aguirre, la ira de Dios, “El enigma de Gaspar Hauser”, “Nosferatu, fantasma de la noche” o “Fitzcarraldo”), da lecciones excepcionales del uso de la “hora mágica” en ambientes naturales.

Eugene Atget solía hacer sus fotografías de París muy temprano por la mañana, cuando prácticamente no habían personas en las calles y el clima, por cierto mágico, de la luz sobre las fachadas de los edificios y las calles, le permitieron construir un imaginario visual de gran belleza.


 
Lo cierto es que desde el crepúsculo hasta las primeras horas del día, o en el atardecer hasta el crepúsculo vespertino, las condiciones en general de la luz natural resultan ser las más apropiadas. En zonas de montañas y en ciudades que se encuentran en valles, tales factores deben ser tenidos en cuenta, ya que se queda inmerso en la proyección de las sombras de diferente manera. Cada zona es por lo tanto de una particularidad que no es posible generalizar en base a fórmulas o esquemas preconcebidos.

Es diferente la luz en las ciudades de Europa Central, por ejemplo, que en las de la Patagonia o del sur de los Estados Unidos y de México. En nuestro país existen sustanciales diferencias de una región a la otra y según la época del año, lo cual hace que siempre se pueda fotografiar un mismo tema de una manera distinta. Las tonalidades, los colores, volúmenes y formas plantean desafíos constantes.


 
De ahí que la paciencia, la observación profunda de todos los elementos, el cálculo de dónde comenzarán las sombras a cubrir un determinado espacio y desde dónde lo harán, constituyan los elementos que el fotógrafo de paisajes y de escenas de lo cotidiano al aire libre debe tener en cuenta. Para ello, el conocimiento del lugar es fundamental. No se puede llegar a un sitio, apuntar con la cámara y comenzar a sacar fotografías al estilo de las hordas de turistas que descienden de los micros y a las cuales se les permite permanecer el tiempo que el guía hace un breve relato. Por eso, las excursiones siempre atentan contra la calidad fotográfica, debiéndonos remitir a aquello de que “el fotógrafo es un cazador solitario” dicho por Robert Capa.



El fotógrafo debe ser un observador meticuloso y sensible, pero también estudioso de las condiciones y particularidades de cada zona. Debe también entenderse que no todo es fotografiable en cualquier momento, es decir, que las fotografías no surgen de manera forzada sino cuando se produce una sólida comunión entre la escena y sus circunstancias y quien mira.



En el instante preciso (Parte 2)

En los paisajes, que se suponen estáticos, por lo que muchas veces pensamos que el devenir del tiempo no les puede afectar, también existe ese instante preciso donde se conjugan las formas con la iluminación, para darle a la imagen el sentido que queremos.

Al referirse a su conocido ensayo sobre la ciudad de Pittsburg, que había realizado entre los años 1956 y 1957, W. Eugene Smith dice:

“Hubo muchas ocasiones en que hubiera querido regresar a puntos anotados, en condiciones atmosféricas ideales para sacar partido de perspectivas y temas extraordinarios: sólo bastaba un débil vaho de niebla para delimitar la torre de una iglesia sobre la eminencia de una colina. A veces, la necesidad se reduce a una llovizna esporádica, o al humo que arrastra el viento del noroeste. A veces he contemplado el lugar, he reconstruido la escena en mi memoria; entonces he anticipado la combinación de recursos lumínicos por medio del mapa y el compás. Luego, he vuelto al lugar, a la hora en que debían conjugarse esos factores de luz natural.”

Tanto la calidad como la dirección de la luz deben ser tenidas en cuenta. Gene Smith destaca precisamente el contar con un mapa o plano de la zona y de un compás (brújula), para orientarnos en la dirección de salida y de ocultamiento del sol. También interesa saber la altura que alcanza durante el arco que cubre del Este al Oeste, el cual depende de dos factores: la latitud del lugar y el mes del año. Cuanto mayor es la latitud, el sol alcanza una altura menor, la que además como lo mencionamos varía según la época del año (en invierno es menor que en verano, mientras que en otoño y primavera será aproximadamente igual, decreciendo o aumentado según nos aproximemos o alejemos del verano).

No se trata de ser especialistas en astronomía, sólo basta tener una idea aproximada de la forma en que se comporta el sol según el lugar geográfico y el momento del año, considerando además el factor meteorológico.

De todas maneras, el fotógrafo debe aprovechar al instante cada oportunidad que se le presenta para hacer una fotografía que considera de cierto significado, puesto que aunque se trate de paisajes o de elementos supuestamente estáticos, puede suceder que una determinada condición no vuelva a repetirse por mucho tiempo, o quizá nunca más.

Una lancha y las chimeneas

Hace algún tiempo, para integrar la colección fotográfica de Panasonic con curaduría de Elda Harrington, se me pidió que realizara una fotografía donde la calidad del objetivo de toma y de la cámara que me cedían mostraran sus virtudes en cuanto a nitidez y calidad de la reproducción color.

Para lograr ese propósito, la elección del tema y de la iluminación eran factores inexcusables: en primer lugar la intensidad de la luz debía ser lo suficiente para que con el menor índice de sensibilidad se pudiera obturar con un diafragma de f:8, que es uno de los que proporciona la mejor calidad de imagen, junto a un tiempo de exposición razonable con la cámara montada en un trípode.



Pensé que el tema debía tener líneas bien definidas y la superficie una textura interesante, gran riqueza de detalles y que, además, tuviera méritos estéticos de por sí valiosos y de cierta originalidad.

De hecho, debía lograr una “obra fotográfica” con la cual me identificara y que a su vez expresara de forma contundente la propuesta de la curadora.

Fue que recordé entonces una fotografía que había realizado un año antes con una cámara digital compacta de 5 megapíxeles (foto 1), cuyo tema satisfacía plenamente lo que necesitaba. Así que con la nueva cámara de 8 Mpx traté de hacerla de nuevo y fue entonces que surgieron los inconvenientes que no había imaginado.

En primer lugar, como era otra la época del año, el sol al atardecer incidía desde un ángulo distinto, por lo que no podía lograr la misma textura de la foto original. A ello se sumaba que el cielo de un azul intenso y con sus nubes, propio del mes de junio, era a fines de la primavera diferente, con una tonalidad de menor saturación.

Después de varios intentos, desistí de tratar de emular con una cámara de muy superiores prestaciones a la foto original, que fue obtenida en el instante que se conjugaron la luz, su intensidad y ángulo de incidencia, junto a un cielo de azul intenso y las nubes como copos de algodón.

Otras veces un mismo tema, fotografiado en diferentes momentos, permite obtener variaciones interesantes de la luz. Tal es el caso de una lápida del cementerio de la ciudad de La Plata, que he venido fotografiando en diferentes oportunidades y que, en mi opinión, pareciera siempre dar una nueva oportunidad. La foto 2 la realicé el 12 de junio de 2007 a las 16:15 horas, con una luz rasante y tenue, mientras que la foto 3 fue tomada cinco meses después, el 7 de octubre a las 17:10 horas, casualmente un día antes que se cumplieran 110 años del fallecimiento de quien recuerda esa tumba.





La época del año

Es uno de los factores más importantes en la fotografía de paisajes, tanto rurales como urbanos. En general, las estaciones del año en las regiones de clima subtropical y templado, como en las altas latitudes, marcan diferencias notables. En las regiones tropicales, en cambio, la situación varía poco a lo largo del año, excepto por las condiciones de días despejados, nublados o con lluvias.

Aldo Sessa, uno de los paisajistas más renombrados e importante de Argentina en sus dos libros “Letra e Imagen de Buenos Aires”, realizados junto al escritor Manuel Mujica Láinez, hace gala del estudio y compresión de los climas generados por la luz, así como por la vegetación, en las cuatro estaciones. En ese sentido, su obra nos enseña a ver y a fotografiar en la ciudad.

Si bien en el invierno las horas de luz son notablemente limitadas, aún más cuando se va hacia el sur del país, el clima que genera la bruma, o las hojas esparcidas en el piso, son tan específicas que nos remiten a un espacio geográfico y al momento del año, por lo que la impronta de la imagen adquiere una fuerte personalidad.

No existen mejores épocas del año para hacer fotografías, sino que cada una tiene su especificidad que el fotógrafo debe experimentar para satisfacer sus propósitos. Sólo vale mencionar que los tonos ocres del follaje en otoño, la transparencia de la atmósfera en días secos en el invierno, la suavidad de los contornos más distantes en días muy húmedos, son diferentes momentos que le dan carácter a las escenas y que deben ser aprovechados de manera creativa.



De todas maneras, en lo personal, para hacer fotografías prefiero el otoño y el invierno, ya que los matices de la luz me resultan más cálidos y de menor contraste, lo que beneficia una mayor riqueza de tonalidades, tanto en blanco y negro como en color.

En la foto 4, tomada en el Dique 4 de Puerto Madero temprano por la mañana durante un día de invierno, la bruma generó un momento de cierta magia. Algo comparable a la foto 5, realizada en el Cementerio de La Plata durante el otoño.



Conjurar las dificultades con la iluminación (Parte 3)

En “El momento decisivo” (1952), Henri Cartier-Bresson dice: “Nada de fotos con flash, por supuesto, aunque más no sea por respeto a la luz, aún cuando no está. Porque sino el fotógrafo sería alguien insoportablemente agresivo”.
La frase sirvió para definir a toda una corriente del fotoperiodismo surgida a partir de la obra de Erich Salomon, a fines de la década de 1920 y, con ello, significó la consolidación de un culto al purismo sin fisuras en el reportaje: las fotos se deben hacer con la luz que hay y, si es insuficiente, no se hacen fotos (*).

Para entonces, imágenes algo borrosas, con grano, que se supone registran el clima de los hechos tal como se han vivido, pudieron ser logradas gracias a los adelantos tecnológicos donde se combinan objetivos de alta luminosidad con materiales de mayor sensibilidad.

Esta es sin dudas una manera de hacer fotoperiodismo, que ha dado a través de la historia las mejores fotografías del género, incluso en condiciones adversas. Sin embargo, como principio, supone renunciar a realizar fotografías en un ámbito de penumbra.

“Muy comprensiva”

Arthur Goldsmith, editor de la revista Popular Photography en la década de 1950, en un reportaje que le realizó a W. Eugene Smith, le recordó aquella idea y le preguntó “¿cual es su actitud hacia la luz ambiente en un trabajo fotográfico?”, y obtuvo como respuesta:
“Muy comprensiva”, pero aclaró que al margen de poder utilizar cualquier fuente de iluminación, la “copia final debe sobreponerse a las condiciones de iluminación, favorables o desfavorables; es decir, que es preciso conjurar las dificultades hasta aplicar la iluminación propuesta y exigidas por las características del motivo que vamos a fotografiar ... porque cuando no puedo ver al sujeto que debo fotografiar es lógico que trate de utilizar alguna fuente de iluminación”.

Goldsmith le comentó que “los puristas en materia de iluminación” dicen que “la adición de una fuente de iluminación artificial casi siempre destruye el valor o el aspecto de una escena real”.

La respuesta de Gene Smith es categórica: “Pues, que son como niños que no salen del andador. Les he oído decir muchas veces que la luz del ambiente es la única que nos puede proporcionar una verdadera fotografía. Esos puristas se resignan a aceptar la visión empañada que les brinda el ambiente —que en definitiva no es otra cosa que la miopía que afecta a todos los defensores de tan peregrina idea— y que incluso les impide especificar aquello que condenan”.

"Spanish Village"

En 1950, Gene Smith realizó uno de sus ensayos más memorables en el pequeño pueblo de Deleitosa, en Extremadura, España, cuya comunidad de humildes campesinos vivía la pobreza en un país que en gran medida estaba aislado culturalmente de Europa a consecuencia del franquismo. Ahí realizó 1.575 fotografías de las cuales eligió 20 para publicar en Life, que pasó a ser uno de los ejemplares de mayor éxito de la editorial con la impresión de 22 millones de revistas.



“Había un cirio que se extinguía lentamente sobre la negrura del recinto”, comienza relatando para describir la imagen de un anciano en su lecho de muerte rodeado por sus deudos. “En el caso de una exposición de tres segundos, con el objetivo en f:1,2 hubiera sido aún insuficiente, aparte de no poder sostener la claridad que ponía un tinte emocional a la escena. Lentamente extraje el reflector de destello. Al observar la luz, noté que el cirio se consumía con languidez; identificado en el sentido de la iluminación. Llevé la luz desnuda exactamente frente al cirio, e hice la fotografía cuyo negativo sería fuente de graves dificultades para la obtención de la copia”.

“Nurse Midwife”

Uno de los ensayos más importantes realizado por Smith en 1951 para la revista Life, se refiere una partera en el medio rural de la comunidad negra en California del Sur. Publicado con el título de “Nurse Midwife”, tiene como protagonista a Maude Callen.



Smith menciona que la luz en la habitación donde iba a nacer el pequeño era muy tenue: “no podía resultar más adversa la situación del farol de kerosene, al fondo de personas de tez oscura sobre un marco formado por sábanas blancas”. Fue entonces que iluminó la escena con lámparas sobrevoltadas, lo que le permitió “recoger fotográficamente” la expresión y las emociones del momento.

“Yo hubiera incurrido en un flagrante abandono de la ética profesional si llego a admitir esas fotografías sin la intervención de una luz adicional. Prescindir de ese factor era una contradicción frente a la pobre iluminación que había. Y me resisto a creer que el documento fotográfico que recogió ese hecho —el nacimiento de un niño— sea menos verídico por la luz de sobrevoltaje utilizada”.

La luz con un propósito

Un fotógrafo, al identificar el tema, descubrir el mejor punto de vista y ángulo de toma y de esa manera esperar el instante que le permita revelar el acontecimiento, debe antes resolver la iluminación, ya sea para aprovechar las condiciones propias del ambiente o crear la luz que sirva a ese propósito.

Sin luz no hay fotografía, es así de sencillo. Hoy se puede fotografiar hasta con la iluminación de una vela, sacrificando un poco de nitidez, gracias a la gran sensibilidad de las películas y de los sensores, pero eso no significa que el recurso del empleo de luz artificial por sobre la del ambiente haya perdido validez.
En situaciones como las descriptas por Gene Smith, los problemas continúan siendo los mismos a pesar de todos los avances tecnológicos.

(*) La escena de la película “King Kong” con el gorila perdiendo la mansedumbre por los destellos de los flashes podrían ejemplificar semejante tesis.


Nota: Las citas textuales de W. Eugene Smith han sido tomadas de un artículo publicado en la revista “Fotografía Popular”, editada en Cuba, que era la versión en castellano de “Popular Photography”. El autor del reportaje es Arthur Goldsmith.


FUENTE:
http://www.google.com.ar/imagenes