La historia de Ronaldo en Francia 1998

RONALDO Y SU PARTICULAR HISTORIA



Uno de los mayores motivos por lo que los cariocas justificaron la derrota brasileña, fue el lamentable estado físico que tenía Ronaldo, la estrella brasileña, en vísperas del cotejo final.

Las malas lenguas afirmaron en su momento que la cabeza del joven astro del fútbol mundial se encontraba convulsionada por la triste noticia de una supuesta infidelidad por parte de su novia, Suzana Werner, más conocida como “Ronaldinha”, con Pedro Bial, un periodista del diario “O Globo” de Brasil.

Su compañero de habitación en el Chateau de la Grande Romaine, en la concentración brasileña, el defensor Roberto Carlos, días más tarde contó con lujos de detalles las convulsiones, temblores y fuertes castañeteos de dientes que sufrió Ronaldo el sábado 11 de julio, en vísperas de la final. Incluso el lateral carioca agregó que el joven delantero “... había tenido miedo de jugar la final y no podía dejar de llorar ...”.



El mismo defensor fue el encargado de dar el grito de alerta llamando a sus compañeros cuando Ronaldo comenzó con los primeros síntomas: “... Ronaldo se muere!. Edmundo, Doriva, por favor, Ronaldo se muere! ...”. Al escuchar el desgarrador llamado, el primero en acudir fue Edmundo, quién luego recordaría: “... El cuarto que compartíamos con Doriva estaba pegado al de Ronaldo. Aquel domingo, después del almuerzo, estábamos acostados cuando escuchamos los gritos de Roberto Carlos. Corrí hacia su habitación y vi a Ronaldo en un estado tremendo. Muy pero muy impresionante. Se retorcía, se golpeaba los brazos contra las piernas y de su boca salía espuma. Hacía un ruido muy extraño, como de querer respirar y no poder. Salí corriendo hacia el pasillo y me choqué con César Sampaio, que venía hacia la habitación. Entramos, agarré fuerte a Ronaldo y Sampaio le destrabó la lengua. Un segundo después llegaron los médicos ...”.

Durante la convulsión sufrida por Ronaldo, en vísperas al partido final de la Copa del mundo del ´98, perdió la conciencia y quedó dormido. La recobró dos horas después.

No pudo renovar el oxígeno de su sangre correctamente, su respiración era insuficiente. Su cuerpo padeció una exigencia desmesurada, una convulsión en dos minutos provoca las mismas exigencias que el esfuerzo de noventa minutos de juego.



Los músculos de sus piernas sufrieron un desgaste tan grande que aparecieron moretones, también los músculos de su cara, se contrajeron de tal manera, que durante varios días estuvo desfigurado.

Tuvo una retracción de su mandíbula y corrió serio riesgo de morderse la lengua, mientras que la salivación excesiva le hizo sacar espuma por la boca.

Pero Ronaldinho igualmente salió al campo de juego, quizás presionado por sus compañeros, por los hinchas, por el entrenador, por los dirigentes de su país, por el reciente ex presidente de la F.I.F.A., o por su spónsor.



Eso es lo que menos interesa, lo importante es que Ronaldo no debía haber estado en el campo de juego, sino descansando plácidamente en la cama de un hospital.

De los cuatro sponsors más importantes que tenía Ronaldo, el que le paga mayor dinero es Nike, que le abona 1.300.000 dólares por temporada, mientras que los tres restantes (Parmalat, Brahma y Pirelli) le dan un millón de dólares por año.

Por las dudas, la firma Nike, desde sus oficinas en Washington abrieron sus paraguas y lanzaron un comunicado aclarando: “ La final de la Copa de 1998 era el partido más importante de la vida de Ronaldo. El y Zagallo tomaron una decisión por su cuenta. Nike no tuvo ninguna influencia y jamás interfirió en la relación entre el entrenador y sus jugadores ”. Como dicen en el barrio, no aclaren que oscurece.



Milberto Scraff, neurólogo y profesor titular de la Facultad de Medicina de la Universidad de San Pablo, dijo: “... Tuvo síntomas de una crisis convulsiva tónico-clónica generalizada. Yo no sé como lo hicieron jugar, esa fue una decisión de los médicos del plantel. Con treinta y tres años de experiencia puedo decir que a todos los pacientes con éste cuadro yo les doy reposo absoluto ...”.

Acary Souza Bulle Oliveira, neurólogo y profesor de la Escuela Paulista de Medicina, afirmó: “... Fue un milagro que no tuviera una nueva convulsión en el campo de juego ante dos billones de televidentes. Ronaldo ingresó al campo en estado de somnolencia ...”.

Alex Caetano de Barros, neurólogo y profesor de la Universidad Federal de Pernambuco, explicó: “... Fue muy grave que jugara, las veinticuatro horas posteriores a una convulsión son las más propicias para que se vuelva a manifestar el mal con riesgos inimaginables. Además, el médico Lidio Toledo le dio un Valium antes de entrar a la cancha ...”.



El propio Toledo días más tarde reconocería: “... Yo no vi la escena de la crisis, llegué después, pero por lo que me cuentan los jugadores, lo de Ronaldo pareció ser una crisis epiléptica u otro tipo de problema neurológico...Normalmente una convulsión epiléptica deja vestigios, un edema en el cerebro, y el afectado se siente lento y apático. Pero los exámenes que le realizamos a Ronaldo no revelaron nada y durante el partido se sintió bien. Ronaldo insistió mucho para jugar. Nos decía que estaba bien, que los estudios no mostraban ningún problema y que no había motivos para dejarlo afuera de la final. Yo terminé cediendo a sus deseos. No veo porque no debía dejarlo jugar ...”. Aunque al año el propio doctor reconocería: “la decisión que tomé cuando creí que Ronaldo estaba en forma fue la peor decisión de mi vida”.


A las declaraciones de los doctores especializados en el tema se le sumaron las de los propios compañeros del 9 de la selección sudamericana.



César Sampaio comentó: “... Cada vez que le tocábamos la pelota a Ronaldo, o lo veíamos en el campo, temíamos por su vida. No podíamos dejar de tenerlo en la mente todo el tiempo. Era una sensación generalizada de pánico ...”.

Goncalvez declaró: “... Verlo a él inflamado y pálido fue para asustarse. Jugamos temiendo por su vida ...”.

Zé Carlos narraba: “... Creíamos que se iba a morir en el campo ...”.

Quién era coordinador técnico de la selección brasileña en aquella Copa, el ex jugador Zico, explicaba: “... Ronaldo estaba somnoliento, groggy. No estaba en condiciones de jugar...El problema del delantero justifica la actuación de Brasil. El equipo no jugó, no estuvo. Tener al mejor jugador corriendo un riesgo de vida seis horas antes del partido, y con todos los compañeros sabiendo del problema... Algunos estaban con los nervios a flor de piel, muy preocupados ...”.

El propio Ronaldo recordaría días después: “ Tuve un miedo terrible. Perdimos el Mundial, pero yo gané otra copa, la de la vida...No recuerdo bien, pero me fui a dormir y luego, como dijo el doctor, tuve un ataque de convulsiones que duró 30 o 40 segundos...Luego desperté y me dolía todo el cuerpo, pero con el tiempo el dolor fue disminuyendo y pude relajarme un poco...Podría haberme acobardado, pero tras ese problema decidí jugar y salí al campo de juego para ayudar al equipo... ”.

Y así ha terminado la historia, con las presiones recibidas por Ronaldo para disputar la final de Francia ´98, el último mundial del siglo XX, cabe un breve repaso a la final del primer torneo de fútbol, el de Uruguay ´30 y nos podemos dar cuenta como las presiones que sufrieron Monti y Varallo para jugar el último partido contra los dueños de casa.



Años más tarde se supo cuáles fueron los móviles que impulsaron a los dirigentes argentinos a obligar a jugar dicho cotejo, mientras un futbolista estaba asustado terriblemente y el otro irreversiblemente lesionado.

Quizás con algo de suerte a mediados del 2100, nos enteremos el verdadero motivo que tuvo Ronaldo para disputar aquel partido, casualmente, también frente a los dueños de casa.

Así demostramos como los lugares comunes abundan en el fútbol mundial, tanto así sea en el amateurismo marrón como en el súper profesionalismo. Porque la evolución del fútbol a nivel de campeonatos mundiales en el siglo XX terminó de la misma forma que comenzó, con grandes sospechas.



Demostrando una vez más que la evolución del deporte a nivel espectáculo mejoró poco, pero a nivel transparencia, sigue igual de turbio que siempre, pasaron sesenta y ocho años, miles de jugadores, varios presidentes, dos trofeos y dieciséis copas del mundo con una chatura que no fue rota por los dirigentes, ni por la televisión, ni por las fábricas de indumentaria deportiva, ni por las sedes, ni por los actos inaugurales, ni por los fuegos artificiales, sino por los Maradona, los Garrincha, los Pele, los Cruyff, los Beckenbauer, los Owen, los Milla, etc.

Siempre hubo y habrá arreglos y manejos turbios, violencia y anécdotas manchadas de sangre, pero por otro lado también encontraremos las verdaderas alegrías del fútbol, que finalmente son las que nos movilizan a los estadios: un grito de gol interminable con la o alargada, el abrazo casual con un desconocido compañero de tribuna, el festejo de un triunfo, regresar a casa en el colectivo repleto y cantando como si estuviéramos en la popular, un caño, una rabona, una gambeta, una tribuna llena, un penal a favor, y el dulce recuerdo de la primera vez que pisamos el estadio de nuestros amores de la mano de papá.



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