la mentira oficial

Nicolás Márquez nació en Abril de 1975, es periodista, abogado y escritor. Ha colaborado en medios, como Ámbito Financiero, La nueva provincia, la agencia NOTIAR y el Hispanic American Center of Economic Research (HACER) de Washington DC.

Condujo durante los años 2004-2006 el programa radial Con Los Tapones de Punta emitido por Radio 10 (repetidor Mar del Plata), en donde entrevisto a las mas destacadas personalidades del pensamiento político nacional.

Por su labor ha sido galardonado en el año 2004 con el premio "Jóvenes Periodistas del Futuro" (otorgado por la Fundación Global) y en 2005 fue distinguido con el galardón "Jóvenes Lideres" (otorgado por la Fundación Atlas). Sus trabajos ensayísticos mereciero n extensas coberturas de medios gráficos, como La Nación, La Prensa, Ámbito Financiero, Clarín y La Nueva Provincia, Así como de medios del exterior de la talla de El País (Uruguay) La Nación (Paraguay) o The Wall Street Journal (EE.UU.)

Ha brindado numerosas conferencias y exposiciones en el país y el exterior. Llevo adelante tareas sociológicas en países como Cuba (motivo por el cual fue preso por el sistema de represión castrista) y curso estudios sobre terrorismo, contraterrorismo, narcotráfico y crimen organizado en el Center for Hemispheric Defense Studies en la National Defense University de Washington DC.


Libros:

La Otra Parte de La Verdad.

La respuesta a los que han deformado y ocultado la verdad histórica
sobre la década del 70' y el terrorismo.




Sinopsis:

La llamada represión ilegal durante la guerra contra el terrorismo marxista no comenzó con el gobierno cívico militar nacido el 24 de marzo de 1976, sino durante el gobierno constitucional que le precedió, y fueron los partidos políticos, instituciones múltiples y la ciudadanía en su inmenso conjunto la que apoyo y sostuvo aquella reacción. No existió ningún "plan sistemático de apropiación de menores", no fueron 30.000 los desaparecidos, ni eran "idealistas sensibles". Eran terroristas, y como tales fueron combatidos.

Nicolás Márquez.

Prologo del libro:

Cuando Ernesto Sábato escribió el prólogo del libro "Nunca más", realizó algunas afirmaciones verdaderas, otras ingenuas y otras falsas.

Fue cierto el reconocimiento de los militares que decían "hacer la guerra con la doctrina en la mano, con las órdenes escritas de los comandos superiores". Fue una ingenuidad, propia de la ignorancia de Sábato sobre el tema, la comparación en términos equivalentes del secuestro de Aldo Moro por las Brigadas Rojas en Italia, que constituía una banda integrada por sólo unas decenas de miembros, con el terrorismo en nuestro país cuyas dos principales organizaciones estaban formadas por varios miles de miembros activos.

Fue una falsedad sostener que la mayoría de los desaparecidos eran inocentes del terrorismo, desamparados, muchos de ellos adolescentes abandonados por el mundo y que el método de represión objetado hubiera sido puesto en marcha el 24 de marzo, pues sabía que había comenzado durante el gobierno constitucional. Esta circunstancia no sólo fue deliberadamente ocultada sino también minimizada, diciendo que los familiares de las víctimas del terrorismo anterior no habían hecho denuncias, porque ese terror había producido muertes, no desaparecidos. Para ello, él contaba con el listado levantado por la comisión que presidió que indicaba lo contrario.
Nicolás Márquez, en La otra parte de la verdad, no sólo desmiente la versión deformada del "Nunca más" sino que pone al descubierto las miserias, claudicaciones, traiciones y olvidos tras las cuales muchos, tanto civiles como militares, pretenden ocultar su propio pasado y responsabilidades. Márquez goza de una inigualable ventaja: por su edad, 28 años, no pudo ser ni protagonista ni testigo de los hechos que brillantemente ha investigado, lo cual lo coloca en una posición objetiva y despojada de todo subjetivismo. Nada tiene que justificar.

Para facilitar la comprensión de las verdades probadas por Nicolás Márquez, cabe resaltar que "terror" significa miedo muy grande e intenso. Terrorismo es la dominación por el terror y el medio de lucha violenta practicada por una organización o grupo político frente al poder del estado y para la consecución de sus fines. Terrorista es la persona que pertenece a una organización que practica el terrorismo.

A mediados de la década de los setenta el terrorismo alcanzó en la Argentina un punto culminante dentro de un proceso iniciado varios años antes, llegando a transformar a algunos movimientos políticos en organizaciones terroristas. Así fueron calificadas por el gobierno constitucional en 1973 con relación al ERP y en 1975 a Montoneros.

El terror implantado por esas organizaciones instaló el miedo en la sociedad argentina en forma indiscriminada. El gobierno apeló primero a las fuerzas de seguridad locales y luego a las federales, las cuales fueron rebasadas por el fenómeno, circunstancia cuya gravedad extrema llevó en 1975 a ordenar la intervención de las Fuerzas Armadas con todo el riesgo que eso implicaba, pues los militares están formados para la guerra, que es la forma violenta de dirimir un conflicto entre sociedades humanas, recurriendo a la lucha armada. Para colmo, en nuestro caso no se trataba de una guerra convencional sino contra partisanos que, como tales, estaban excluidos de las leyes internacionales de la guerra, la que asumió así un carácter total y sin cuartel en la que no se hacen concesiones al enemigo pues su objeto es su aniquilamiento total. Al terrorismo implantado contra el poder constituido, éste le declaró la guerra y con ese fin ordenó a las Fuerzas Amadas entrar en acción. Éstas respondieron simétricamente a las organizaciones terroristas en un escenario que ellas eligieron y al cual los militares debieron adecuar su estrategia, sus tácticas y técnicas de combate, así como su organización con un criterio puramente profesional. Por ese camino lograron la victoria. Llamar a la respuesta militar de los poderes constituidos "terrorismo de estado" es equivocado, toda vez que a los únicos que las acciones militares pudieron haber infundido miedo fue a los propios terroristas, el resto de la población atemorizada por los terroristas fueron espectadores de ese enfrentamiento cruel.

En cuanto al genocidio, recurrentemente denunciado, cabe aclarar que fue definido por la Convención de Ginebra del 9 de diciembre de 1948, en su Art. 2° como "la destrucción total o parcial de un grupo nacional, étnico, racial o religioso como tal", circunstancias que no se dieron durante la guerra contra el terrorismo en nuestro país. Esta, si bien fue cruenta y feroz, careció de las motivaciones y resultados que lo definen. Por eso es incorrecto hablar de genocidio en nuestro caso pues eso, técnica y jurídicamente, es otra cosa.

Llamar a combate a las Fuerzas Armadas es un acto de gravedad extrema toda vez que la guerra, para la cual sus integrantes son formados, de por sí es la no ley y los obstáculos que puedan presentarse en el camino trazado profesional-mente hacia su objetivo, son removidos a cualquier precio. Es esencialmente amoral. Es simplemente la fuerza por la fuerza misma. Por eso es lo peor que le puede suceder a una sociedad y quienes mejor conocen esto son los propios militares.

Un sector importante de los argentinos le debe su agradecimiento a Nicolás Márquez quien, veinte años después, nos entrega lo que entonces prometió y nunca cumplió el gobierno de Raúl Alfonsín por intermedio de quien fuera su ministro de interior, Antonio Tróccoli. Hoy, conocidas las dos partes de la verdad, terminada la guerra fratricida, la sensatez indica que los enemigos de ayer debemos aprender a caminar juntos respetándonos mutuamente como mayor homenaje a todos los muertos, a dirimir nuestras diferencias en el marco de la ley dictada sobre la base del interés general y asegurar la efectiva libertad de todos despojándonos de todo ánimo de revancha con la mirada bien dirigida al futuro.

El último borrador de la "Otra parte de la verdad", a través de un querido amigo, fue puesto en manos de un grupo que como combatientes formaron parte de los cuadros montoneros. Uno de ellos, Miguel Ángel Peña, a quien conocí hace unos años y a quien respeto por su honestidad personal e intelectual, me envió la impresión que les causó la obra de Nicolás Márquez, la cual estimo merece ser incorporada a este prólogo.

"Lo primero que tenemos que hallar en esta búsqueda de la verdad supera-dora, es la capacidad de reconocernos en el otro, porque de esa capacidad devendrá la política, única instancia resolutiva de estos dos siglos de continuos desencuentros. Si comenzamos a reconocernos comenzaremos a dejar de lado atavismos que a lo único que nos llevan es a estériles enfrentamientos que nos desgastan y despotencian ante un mundo globalizado que se fagocita diariamente nuestra identidad como Nación.

Si partimos de la base de que patria deviene de padre o mejor dicho de la tierra de nuestros padres, entonces anhelamos que dicha patria nos signifique el lugar donde poder nacer, vivir y morir a lo cual todos tenemos derecho. De hecho, cada uno tiene una idea de lo que es la patria y la forma de verla, es lo que se denomina nuestra ideología que, cuando se la exacerba y se la pone por encima de la política, se cae en el ideologismo que genera el desencuentro siendo entonces fácil encender la mecha o empujar a cualquiera de los ideologizados a enfrentarse entre sí y que la política "continúe por otros medios " para lo cual siempre habrá una mano artera, un pícaro o un cínico para que esto suceda.

Hoy, con cincuenta y tantos años, decidimos anteponer el factor principal que es la política, para lo cual recordamos a José Hernández cuando decía "Los hermanos sean unidos, esa es la ley primera..." . El desencuentro se soluciona con política, política y más política. Estamos en una inflexión de la historia y podemos caer en reiterar enfrentamientos y producir heridas tan profundas como las que arrastramos de los setenta que no fue cuando comenzó esa guerra, a veces encubierta y otras desencubierta, porque ella viene desde el día en que Lavalle fusiló a Dorrego.

Los setenta son una llaga abierta que muchos, combatientes de un bando y del otro, queremos cerrar y que duele tanto porque aún está fresca y resuena la voz de nuestro amigo y compañero de causa desaparecido y porque aún tintinea la risa del teniente de la otra esquina muerto por el hecho de ser militar.

¿Ganó la cosmovisión de patria que teníamos con nuestros compañeros de causa? No!!!

¿ Ganó la cosmovisión de patria que tenían el grueso de los componentes de las Fuerzas Armadas y de Seguridad que se vieron involucradas? No!!!

Entonces, ¿quien ganó?

Entre los que se beneficiaron están los verdaderos promotores de todo esto que, de vez. en cuando, se encargan de echar un puñado de sal en esa llaga para que arda más y más, pues no vaya ser que se cure y juntos los enfrentemos.

Leído el borrador del libro, nos preguntamos si estábamos ante un cínico, ante un escrito de la "embajada" o ante el fruto de la confusión. Si creyésemos estar ante los dos primeros, esto no merecería ni un minuto de estudio y reflexión (hace ciento veinte horas que lo estamos analizando) o sea, lo atribuimos a la gran confusión que reina en este tema. De esa confusión surge que alguien está pensando cómo se resuelve esto.

Bendito el que piensa en esta sociedad chata. Bendito el que cuestione y se cuestione con honestidad intelectual, porque de ese pensamiento deviene la idea de lo que se quiere (ideología) y sabiendo lo que se quiere se implementan los medios para conseguirlo (la política). Bendito el documento porque nos exige esta elaboración. Bendito sea si no nos ideólogizamos, porque estaremos construyendo la base de una política que nos lleve a la paz y encuentro que todos anhelamos. Santa Fe de la Veracruz, 3 de marzo de 2004".

A Nicolás Márquez le debo mi agradecimiento personal por su generosidad al requerirme este prólogo que con plena libertad acepté escribir, luego de haber sido vencidas mis resistencias por su juvenil entusiasmo y persistencia, que lo muestran como ejemplo de una nueva generación que se viene abriendo camino en el escenario de la Patria, trayendo una esperanza que por momentos parecía haberse perdido.


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Sinopsis

Esta nueva obra de Nicolás Márquez, prácticamente, no posee renglón que no resulte polémico. Entre muchas otras temáticas abordadas, el autor afirma y demuestra que durante los años 70 en la Argentina no solo no hubo ningún "genocidio", sino que tampoco existieron "crímenes de lesa humanidad" ni "terrorismo de Estado" alguno.
Del mismo modo, así como (según el autor) tampoco hubo "un plan sistemático de robo de menores" ni fueron "treinta mil" los caídos, desglosando y comparando datos y documentación, Márquez llega a la conclusión de que el numero de "desaparecidos" es matemáticamente igual al de terroristas abatidos. Vale decir: salvaguardando excepciones inherentes a toda guerra y metodologías reprochables, el margen de error en el blanco fue virtualmente nulo.

En cuanto al "golpe" de 1976, se demuestra en el trabajo presente que, lejos de haber constituido un echo político a "espaldas de la gente" (tal como lo quiere disfrazar el régimen a través de la imposición de "feriados", leyes y discursos absurdos), dicha reacción no fue sino la consecuencia de un masivo, desenfrenado y mayoritario anhelo popular.

Pero Márquez no se detiene en el análisis de los años 70, sino que exhaustivamente enfoca la evolución de los hechos al servicio de la distorsión que se ha venido sucediendo desde 1983 a la fecha. Pues con diferentes niveles de intensidad o velocidad, el setentismo (fenómeno también aquí analizado) ha pervivido expansivamente en la vida publica, constituyéndose tacita o expresamente en política de Estado. Esta no consiste en la sola imposición de argumentos arbitrarios, frases "talismanicas" y mitos embriagantes (los cuales son desnudados uno por uno en el trabajo presente), sino que cuenta también con profusas apetencias vengativas, políticas, ideológicas y económicas.

Sostiene Márquez que "el drama mayor en el tema que nos ocupa, no consiste en que los años 70 forme parte de un pasaje infructuoso de la Argentina, sino que dicho 'pasado' forme parte del 'presente' más inmediato. El problema no es tanto que el mentado periodo sea hoy contado de un modo deficiente, sino abiertamente mentiroso; el inconveniente no es que dichas mentiras provengan de un partido político, demagogo en campaña, ex terrorista o historicista de coyuntura, sino que el ardid ha sido "estatizado". Vale decir, el engaño se ha legalizado e institucionalizado a la mentira oficial".

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El Vietnam Argentino


La guerrilla marxista en Tucumán






Sinopsis:

Promediando los años 70, el ERP (Ejército Revolucionario del Pueblo), la organización guerrillera más poderosa del continente, con miles de combatientes al mando de Mario Roberto Santucho, lanzó una guerra contra la democracia concentrándola en la selva de Tucumán, con el propósito de dominar la provincia y el resto del Norte argentino, conseguir reconocimiento internacional como Estado independiente, bajar a Buenos Aires y hacer un golpe de Estado de filiación castro-comunista. Con numerosos campamentos apoyados por una formidable estructura (fábricas de armas, imprentas, tropas terroristas extranjeras, el respaldo de Cuba y contingentes montoneros) atacó unidades militares y policiales en todo el país para robar armamentos y reforzar las milicias en la selva. Implementó un plan sistemático de exterminio y secuestro de empresarios y militares para canjearlos por dinero o guerrilleros detenidos por la justicia. Ante la amenaza de secesión, el Gobierno reaccionó lanzando el Operativo Independencia con las FF.AA. a la cabeza.
Quienes hoy levantan la remunerable banderita de los "derechos humanos" apañan o consienten a quienes, para llevar adelante un "Vietnam argentino" (tal la orden del Che Guevara), asesinaron niños, mujeres, pobladores y un sinfín de uniformados, cuando sus objetivos ideológicos así se los impuso. Este trabajo pretende enriquecer un debate ausente y manipulado por el enfoque tuerto que emana desde el Gobierno nacional. El autor


"El libro de Márquez aparece en un momento político particular, en el cual las acciones de las Fuerzas Armadas en la represión de la guerrilla en los años setenta parecen haber quedado englobadas por una condena genérica que no admite matices, causas, circunstancias, atenuantes, preguntas o cuestionamientos. [?] Su relato va fundamentado con abundantes citas y desde esta perspectiva busca ser una investigación con rigor histórico. [...] Quizás exista cierta semejanza hoy entre lo sucedido con la interpretación de la historia que se impuso en nuestro país en la segunda mitad del siglo XIX, respecto a Rosas, el rosismo y los caudillos federales [...] y este libro de Márquez ?como otros que han aparecido en los últimos meses? puede estar modificando una visión dominante sobre la interpretación de la violencia de los años setenta."

Dr. Rosendo Fraga (del prólogo)

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"El Canalla"

La verdadera historia del Che








Sinopsis:

Desde muy joven, Ernesto Guevara de la Serna forjó un temperamento duro, cruel, temerario y acarreó una extraña propensión al suicidio (tendencia que de alguna manera materializó). Predicó y practicó el odio como factor de lucha (sin tener muy en claro contra que ni contra quien luchaba). En sus escritos y alocuciones se advierte un notable desprecio por los negros, los indios, los bolivianos, los homosexuales (a quienes confinó en campos de trabajo forzado), los cubanos, sus propias esposas (se casó dos veces) y hasta por los guerrilleros de su propia tropa, a quienes no vacilaba en fusilar ante la menor desavenencia. Combinaba su desprecio por la vida (propia y ajena) con un humor sarcástico y elegante heredado por su educación aristocrática.

Lector voraz, ajedrecista intuitivo, provocador contumaz, comunista tardío y fusilador sistemático (los muertos en su haber se cuentan por centenas) son algunos de los tantísimos rasgos de este popular y a la vez desconocido personaje.

Por su multifacético rol contó con varios apodos: "El Chancho" (dada su enemistad con la higiene personal); "El Carnicero de la Cabaña" (en honor al campo de exterminio "La Cabaña" que él comandó); "El Canalla" (tal como se acostumbra a llamar a los hinchas del club de fútbol "Rosario Central", al que él adhería); y "Che Guevara" (tal como mundialmente se lo conoce).

Promocionado como un inmaculado prócer en la Cuba castrista, el Che contribuyó a instalar en la isla el más prolongado y brutal totalitarismo de la historia contemporánea de las Américas, intentando además llevar adelante infructuosos golpes de estado en el África y Latinoamérica, incluso conspirando contra Presidentes democráticos de la Argentina y Bolivia.

Muchos de sus acólitos lo veneran alegando que "el Che murió por un ideal". Argumento efectista aunque
falaz, puesto que lo trascendente en Guevara no es que "haya muerto por sus ideas" sino que haya fusilado a mansalva por imponerlas. No murió "en defensa de la paz" ni de "la libertad", sino atentando contra estos valores. Lo esencial en Guevara no es cómo murió, sino cuánto mató (y ordenó matar) cuando vivió y con qué objetivos póstumos llevó adelante tamaña masacre.

Pero ocurre que existe una curiosa tendencia a juzgar a los ídolos de izquierda en función de sus objetivos (supuestamente nobles) y no por sus resultados (comprobadamente desastrosos), que en definitiva son lo único importante.

El presente libro, es la biografía por excelencia que destruye la historieta del Che Guevara "filantrópico y justiciero" para dar paso al Che Guevara real.

Con este documentado trabajo, ha muerto el "santo laico" y ha nacido el Canalla