Generación Cumbio

Generación Cumbio
¿Sabés dónde están tus hijos ahora? La pregunta no tiene ningún sentido. Tus hijos están en su patria, que no es la tuya. Tus hijos están en Internet
Por Osvaldo Bazan



Apareció Cumbio y nuestra generación se desmoronó. Los alguna vez llamados hijos del proceso nos vimos interpelados por una mocosita de pelos coloridos, piercing y mirada vacía.

Fuera del arquetipo que desde los medios primero te regalan para poder venderte después, surgieron unos pibitos que ponen en cuestión las grandes cuestiones.

¿De dónde vienen? De Internet (no quiero poner Internet con mayúsculas, pero el procesador de texto lo pone solo. El procesador de textos sabe algo que yo no).

¿Adónde van? Al shopping.

Internet y el shopping: dos lugares cuya existencia marca una pertenencia generacional. Cuando éramos chicos, no había Internet ni shopping. Dos lugares que no son ningún lugar. Los únicos espacios públicos de los cuales los chicos se pueden apropiar, para dejar claro que no están interesados en inscribirse en tradición alguna. La vieja pregunta con la que la dictadura taladró a nuestros padres –“¿usted sabe dónde está su hijo ahora?”– ya no tiene ningún sentido. Tus hijos están en su patria, que no es la tuya. Tus hijos están en Internet. Cuando al bruto de Videla le preguntaron dónde estaban los desaparecidos, fue, claro, brutal: “No están, están…-y miró hacia arriba, a los costados, toda la nada que tan bien conocía– están… son desaparecidos”. ¿Será que los chicos, los nacidos en Internet, no están, vaya paradoja, en el mismo lugar, en… arriba, abajo, el vacío, en… ahí?

Cuando alguien mayor de treinta se entera que el fotolog –por así decirlo, su provincia– de Cumbio fue visitado ya por más de dos millones de personas y su fama trasciende las fronteras de la ciudad y hay pibitos en todo el país y en países vecinos que certifican su fama, y que la contratan de Nike para que sea la cara de la marca, la pregunta que aparece, inevitable es: “¿Y por qué es famosa Cumbio?”.

No encontré a nadie de menos de veinte que se lo preguntara.

Cumbio es famosa porque tiene fama. No canta, no baila, no actúa (aunque ya se subió a un escenario). No escribe, no milita, no reza. Simplemente, está y se hizo famosa. Y su fama empujó su fama. Los chicos armaron, por fuera de medios a los que ni consideran –otra vez, su patria es Internet con mayúsculas, mucho más que la televisión, una primita pajuerana, ni que hablar de la televisión abierta, una nimiedad que sólo cosecha desdén cuando les aparece detrás del flequillo–, sus propios realitie shows. Ni siquiera desconfían de las instituciones; simplemente, prescindieron de ellas. Por eso no les importa por qué es famosa.

Lo que les importa es que Cumbio es alguien en un mundo en donde nadie es.

Cumbio no se llama así, claro, pero sacó su nombre de la peor pesadilla de los biempensantes. Se carga lo más bastardo de la cultura popular y, encima, trastoca el género.

–¿Pero por qué Cumbio? ¿Canta? ¿Es un chico o una chica?

–Deje, abuelo, su patria queda lejos.

A los chicos el tema de la ambigüedad sexual les resbala. El tema de la alta o baja cultura les resbala más aún. Los chicos vienen de cera, todo les resbala. Ante esto, nuestras certezas se desnudan como lo que son: viejas, chiquitas y egoístas. La industria discográfica, por ejemplo, no sabe qué venderles a estos chicos (y siempre los adolescentes fueron los mayores consumidores de sus productos). Por eso reeditan una y otra vez todas las grandes joyas musicales de los años 40 hasta los 90. Sólo los mayores seguimos comprando discos, adoramos las cajitas, esas cosas. Los menores no entran a las disquerías, excepto para buscar cosas referidas a su patria. Preguntá a algún chico de menos de 15 si alguna vez compró un disco. No entiende el concepto.

Cumbio y los suyos nos desubican, nos jubilan y nos dan la respuesta que no esperábamos: nosotros, que tanto cuestionamos a nuestros padres, tampoco la teníamos tan clara.


fuente:
http://criticadigital.com/index.php?secc=nota&nid=11991